Luci se va de médico

Mañana llevo a nuestra gata Luci a esterilizar. No recuerdo si os conté su historia, pero allí va: 

Hace más o menos un año, en el recinto donde trabajo, oí una vocecita maullar debajo de la ventana de la oficina.

En aquel momento, nuestro gato Merinos, de 12 años, llevaba muerto un mes. Para nosotros, el golpe fue brutal pues tuvo un fallo renal que nos obligó a tomar la decisión de dormirlo para siempre en un plazo de 2 días.

Como bien sabéis, y del mismo modo que os pasa a vosotros, mi modesta persona es un imán para animalitos heridos, enfermos, o atropellados. 

Y, naturalmente una gata se las arregló para parir gatitos dándoles cobijo justo debajo de los ventanales de la oficina donde me paso los días. 

Reconozco que me hizo gracia oír esa trémula voz, llegué a pensar que era una señal (y un nuevo gato) que me enviaba nuestro Merinos, desde el “más allá” gatuno (sí, sí, sé perfectamente que soy un poco rara, pero ¿qué le voy a hacer?). 

En fin, le comenté el asunto al portero del edificio (lo de los gatitos, no lo del «más allá» gatuno, no vaya ser que el también se entere de que estoy un poco sonada 😉 ), y él me contestó que solo había podido ver a los gatitos desde lejos, pues la madre era salvaje. También me dijo que le parecía que uno de los gatitos tenía los ojos mal.

Con esto, me quedé bastante preocupada, y le dije al portero que si conseguía coger al gatito, me encargaría del veterinario y demás.

Pasó una semana, durante la que puse comidita blanda justo delante del escondite de los gaticos, y una tarde, mientras bajaba para fumar (ya lo sé, tengo que dejarlo), vi al bebé que más tarde se llamaría Luci, tumbado en la hierba, junto a otro adulto. Efectivamente, tenía los ojos fatal. Uno muerto, todo blanco, y el otro que casi le salía de la cuenca de lo hinchado que estaba. 

Recuerdo estos momentos con una mezcla de ternura pero sobre todo de rizas…. Imaginaros, el portero, tumbado en la hierba a un lado de la valla, y yo tumbada en el asfalto al otro lado, con mis tacones y mi pantalón de vestir, intentando coger a una gata ciega de ni siquiera 2 mecesitos que amenazaba con dejarnos a los 2 con muñones en vez de manos. 

Fue una lucha feroz, pero lo conseguimos, y Luci acabó metida en una caja de archivos, hasta que la pudiese llevar a la veterinaria. 

Era muy pequeña (pero matona), cabía en mi mano, cola incluida. Cuando llegué a la veterinaria, y que ella la examinó, me dijo que con toda certeza habría que extirparle el ojito, pero que intentaría salvárselo. También me dijo que era hembra (que la verdad, yo no tenía ni idea, y además, no se lo había mirado, jeje)… 

Total, no hubo manera, y a la semana de tener al animalito en casa, la operamos para quitarle el ojito.

¿Y cómo es qué se acabó llamando Luci? Pues muy fácil… Vino mi sobrino a casa, y le dije que eligiera un nombre para la pequeña. Eligió “Luz”… Me quedé un poco atónita, ya que es ciega…

Al final, optamos por “Luci”, dado que se dice por allí que los animales responden mejor a su nombre cuando tiene un mínimo de 2 silabas. En fin, Así llegó Luci a nuestras vidas. 

Es ciega, sí. Totalmente. Pero no veas (jeje) las juergas que se monta en su territorio (léase las 2 habitaciones de nuestra casa).

En cambio, mi viejo gato Mouche, que por aquel entonces tenía 16 años no quiso saber nada de la pequeña. Se la presentamos mientras éste se hallaba subido como siempre a los hombros de su querido amo (mi marido).

Se puso a bufar como un loco, hasta se atragantó de la rabia que le ahogaba… Recuerdo al gato, erguido en toda su dignidad en los hombros de Nico, bufando y tosiendo, tanto por culpa de que ya no tiene edad para los cabreos como por culpa de su herido orgullo de “Gato Alfa”.

Si es que Monsieur Mouche se ganó el « monsieur » a fuerza de peleas y de dignidad ofendida, consiguiendo así demostrar que “Mouche” a secas no era lo bastante grande para su Señoría… 

Con todo esto, nosotros estábamos preocupados, pensando que quizá Luci se aburriría sin un compañero de juego y le trajimos a Don Pinpón, precioso tigretón de más o menos su edad que estaba esperando familia en el Refugio de Pollença.

Los 2 se hicieron muy amigos, y a día de hoy, se las ingenian para montar cada sarao haciendo que en comparación los perros parezcan angelitos. 

Ahora que ya conocéis la historia de Luci, vuelvo al tema con el que empecé este relato. Mañana llevo a Luci a esterilizar…. Miedo me dan sus uñas (afiladas), sobre todo desde que intenté limpiarle los oídos y que acabé con las piernas hechas trizas!!! No sé yo qué pasará cuando la meta en el transportín, y menos todavía cuando la vete le quiera poner la anestesia…

Tengo mis razones para temer la etapa “veterinaria” con Luci…. Todavía recuerdo con total claridad el día en qué tuve que llevar a Monsieur Mouche de urgencias, y que tuvimos que ponerle 3 inyecciones para que se durmiera… 

Ya os contaré cómo acaba la cosa, en un próximo post, si es que todavía me quedan dedos para teclear….

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Un pequeño Gran Luchador

Como casi siempre, la historia de hoy va de animales. Aunque esta vez, la historia será distinta: 

Habrá cobardía, insensibilidad y seres malos, y por otro lado, aparecerán buenos samaritanos, seres de luz con corazones llenos de bondad y un final feliz… 

Dicho esto, el cuento de hoy, no me lo inventé, y su “final feliz” no puede ocultar todas la demás historias que acaban triste y dolorosamente. 

Érase una vez un perrito chiquitito que no tenía nombre. Al parecer, ni tenía dueño porque no tenía chip. En realidad, sí que tenía dueño, pero aquella persona se desinteresó del animal hasta tal punto que eran los vecinos los que le iban alimentando. 

El perrito chiquitito se iba de paseo cada día, de un lado para otro, ya que no tenía dueño que se preocupara por él.

Ya se conocía tan bien su zona de paseo que la hubiese podido recorrer con los ojos cerrados. Se iba olisqueando todo el rato, buscando a las hembras, por qué claro, cuando no se tiene un humano preocupado, pues no se está castrado… 

Hasta ese día de noviembre, un día muy soleado y hermoso que nuestro simpático perrito tenía previsto aprovechar con unos de sus paseítos ; Hasta ese fatídico día en que se dio de bruces con todo lo malo de la vida cuando se es un perrito sin verdadero humano… 

No se sabe muy bien cómo, pero en la carretera de Inca, nuestro perrito fue atropellado por un coche. 

Desgraciadamente son cosas que pasan, a veces, puede que ni nos dé tiempo a pisar el freno… Pero cuando pasa esto, una persona con el más mínimo rastro de humanidad se para, y se lleva al animal al veterinario, aunque solo fuera para sacrificarlo, en caso de que no se pudiera hacer nada más. 

En el caso de nuestro pequeño amigo, no fue así… Lo atropellaron y se largaron tan panchos, dejando al animal agonizando al borde de la carretera. 

Sin embargo, esta vez sí que hubo suerte, de este tipo de dicha que parece como casualidad pero que en realidad, no lo es… Pasaron por allí unos grandes amantes de los animales que tengo la suerte de conocer. Pasaron, y SE PARARON para rescatar al perrito. 

Vieron lo grave que eran las heridas, pero les dio igual… Lo cogieron y se lo llevaron al veterinario. En 2 clínicas se les negó atención médica, hasta que por fin, un veterinario digno de este nombre lo atendió.

La cosa pintaba fea, muy fea… Una patita rota que se tuvo que amputar pues no quedaba peroné, muy poco tibia y casi nada de fémur. 

Se le tuvo que reconstruir el prepucio, y realizar colgajos para cubrir el músculo abdominal expuesto… 

Al tío (o la tía, igual me da) que le atropelló y se largó, dejando tras sí un animal agonizando y desangrándose, le deseo lo peor de lo peor. 

Eso, cuando se tiene una onza de humanidad NO SE HACE. No se deja a una ser vivo moribundo, con los huesos rotos, despellejado en medio de una carretera… ¿Qué hubiera sido de este perro sin la llegada inesperada de Gabi? 

Pues se hubiese retorcido de dolor hasta morir exhausto, dejando esta vida con la maldad como último recuerdo. 

Sin Gabi, sin Penny, sin María, sin TODAS estas personas que han ofrecido en seguida ayuda económica, cada uno dentro de sus (pequeñas) posibilidades, para pagar la factura de las operaciones, ¿Qué hubiese sido de él? 

Vivimos en un mundo asqueroso, poblado de humanos sin humanidad, sin compasión y sin corazón, poblado de gente cobarde y rastrera y cada día surge una nueva historia demostrándolo… Cada día… 

A pesar de esto, a pesar de ver tanta maldad, todavía subsiste un poco de bondad y de compasión, tal y como lo demostraron todos los que se volcaron para ayudar al pequeño. 

Alguna de estas personas sugirió que el perrito sin nombre se tendría que llamar Trébol, por tener ahora solo 3 patitas, pero sobre todo por haber tenido suerte… 

Trébol, te han dañado, pero aquí y ahora estás a salvo, y te espera una larga y feliz vida en una familia que te mimará como te mereces. 

Aquí, doy gracias en tu nombre a todas estas maravillosas personas que se volcaron en ayudarte…¿Lo ves, pequeño Trébol? No todos los Humanos son malos…. 

Eres un luchador, sé feliz, Trébol

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