La desastrosa perrera de Calviá

En la noche del 31 de diciembre, la perrita Huellas se escapó de su casa, asustada por petardos y cohetes como la mayoría de sus congéneres.

Un vecino de Calviá se la encontró, e hizo lo que tiene que hacer un ciudadano concienciado:

Llamó a la Policía Municipal quien contactó con el funcionario de permanencia de la perrera municipal de Calviá. Este individuo fue a recoger a la perrita de las manos del vecino que la había encontrado para llevársela acto seguida a la perrera.

Una vez llegado allí, el mencionado empleado de permanencia (a todas luces molesto por tener que trabajar en Nochevieja) puso a Huellas en una jaula en la que ya se encontraban 3 perros de gran tamaño, y eso, a pesar de tener 2 jaulas vacías justo al lado.

La semana anterior, un perrito de pequeño tamaño sobrevivió milagrosamente al ataque de estos 3 perros. Todos los empleados lo sabían, pues el animal fue llevado al veterinario gracias a la pericia de los voluntarios de la protectora vecina.

Bien… El empleado municipal de permanencia en Nochevieja también lo sabía.

Ahora os peguntaréis por qué rayos metió a una perrita de tamaño pequeño en la misma jaula que 3 perracos que ya habían casi destrozado a otro pequeñajo…

Yo os lo diré:

A este personaje, no le hacía gracia trabajar en Nochevieja. Él también quería tirar cohetes, también quería hincharse a cava y gambas, y eso de tener que estar de permanencia en caso de que se le traiga un perro extraviado le cabreó…

Tanto cabreo llevaba, que, al llegar Huellas a la perrera, la echó sin miramientos a la jaula de los 3 territoriales perros.

La tiró en la jaula ya ocupada, a pesar de tener a su disposición 2 jaulas vacías…..

Yo defino esta actitud como sádica pues sabía qué ocurriría… Sabía que la perrita no pasaría la noche y que moriría bajo los ataques de los 3 perracos.

Sabía que Huellas iba a morir, pero aún así, la echó a “los leones”…

Imaginaros las molestias que se tuvo que tomar para poder disfrutar de su “espectáculo” privado de Nochevieja:

  • Abrir la puerta de la jaula, luchando para que los 3 grandullones no se escaqueen por la puerta, quizá apartándolos a patadas de la salida, mientras agarraba a Huellas por la soga que (imagino) le habría puesto al cuello.
  • Soltar a una asustadísima Huellas a sus verdugos, quitarle la soga, y cerrar la puerta a toda pastilla para que ninguno de los perros saliera… 

Se tomó esas molestias, a pesar de tener 2 jaulas vacías. 2 JAULAS VACÍAS.

Poner a Huellas en una de estas jaulas libres significaba:

  • Abrir la puerta de la jaula y meter a Huellas dentro
  • Cerrar la puerta de la jaula con Huellas dentro 

El problema, es que este mundo está lleno de catetos ignorantes, y peor aún, de capullos sádicos.

No me digáis que al personaje ése no le mola el sufrimiento ajeno.

Debió de tirar a Huellas sin miramientos con el pensamiento que al menos, él no sería el único a quien se le habría “jodido” la velada de Nochevieja. Incluso debió de sonreír a la idea de la ejecución a la que asistiría… 

Ahora, paso a darles mi opinión a este “funcionario” así como a los demás “funcionarios” que le seleccionaron para el puesto.

Quisiera recordarles a los empleados municipales de la perrera que:

  • Sus sueldos proceden de NUESTROS impuestos
  • No por ser empleado municipal se puede actuar de “cacique”
  • Y sobre todo, en el caso de la perrera de Calviá, su gestión se denunció en más de una ocasión.

De hecho, se recogieron (y registraron en el Ayuntamiento) más de 4.000 firmas, se mantuvieron reuniones, donde la municipalidad consiguió dar largas alardeando de su deseo de negociar y de colaborar….

Lo que pasa aquí, es que en cualquier municipio del qué podamos hablar, nos topamos con personas que ejercen de “Señores dueños de sus feudos” empezando por los Alcaldes que suelen hacer lo que les da la gana, o más bien, que dejan total libertad de actuación a los “barones” que les sirven de Regidores de Medio Ambiente, o de Urbanismo o de Sanidad o de cualquier departamento del que esté provisto el Ayuntamiento. 

Me parece que el Alcalde de Calviá se olvida de las próximas elecciones municipales… Y de que uno no es nombrado Alcalde ad vitam eternam….

Dado que una Servidora no tiene interés en las cosas políticas, no suele abogar por un partido u otro…

Pero a Servidora, le parece que 2015 se acerca a velocidad relámpago y que se hará un placer de escribir en contra de quienes permiten muertes sádicas e intencionadas como la de Huellas en su municipio. 

En este blog, siempre escribo la verdad, bien relatando hechos concretos, bien dando mi opinión personal acerca de alguna noticia que me haya sulfurado… 

En el caso de la perrera de Calviá y de la muerte de la perrita Huellas, os quiero recordar una cosa:

Una perrera MUNICIPAL está aquí para prestar servicio a los ciudadanos de su municipio. Lo que significa recoger a un animal vagabundo permitiendo a su propietario encontrarlo de manera muy fácil y rápida y EN BUEN ESTADO pues es de los ciudadanos (incluyendo el dueño del animal extraviado) que provienen los fondos del municipio y por ende, los fondos de la perrera… 

Adjunto la foto del artículo “Denuncian las condiciones de la Perrera de Calviá”, página 15 del periódico “El Mundo” del sábado 11 de enero, donde se expone el caso de la perrita Huellas.

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Era solo una perra, de Arturo Pérez-Reverte : Mañana domingo 3 de febrero, en “XL Semanal”, suplemento de decenas de diarios

Arturo Pérez-Reverte

“ERA SÓLO UNA PERRA”

(Mañana domingo en “XL Semanal”, suplemento de decenas de diarios)

Era sólo una perra. Una galga flaca y asustada, como las que ahorcan algunos cazadores cuando ya son viejas e inútiles, con tal de ahorrarse un cartucho. Cuatro días estuvo correteando por los túneles del Metro de Madrid sin encontrar la salida. La vieron conductores, vigilantes y viajeros. Fue grabada en video corriendo despavorida por las vías, de túnel en túnel, huyendo de los trenes que pasaban a toda velocidad. Cuatro días de oscuridad, aturdimiento, soledad y angustia. De miedo atroz. Anoche vi uno de esos videos en Internet y me levanté de la silla con una desolación y una mala leche insoportables. Por esto tecleo estas líneas, ahora. Para desahogar mi tristeza y mi frustración. Mi rabia. Para ciscarme por escrito en los responsables del Metro de Madrid y en la puta que los parió.

La galga abandonada fue vista un jueves vagando por los túneles. Corría aterrada por el estruendo de los trenes, esquivándolos en la oscuridad. Al comprobar que el personal del Metro no hacía nada para rescatarla, algunos viajeros avisaron a asociaciones de protección animal, que pidieron permiso para actuar. Ya ocurrió algo semejante en Barcelona, cuando para salvar a un perro perdido en el Metro se detuvo el servicio tres horas, en un rescate en el que participaron bomberos, guardias urbanos y empleados de la perrera municipal. En Madrid, sin embargo, los responsables del transporte subterráneo se negaron a intervenir. Sólo dieron largas: se ocupaban de ello, la galga se la habían llevado a una protectora de animales, ya no estaba estaba en las vías, etcétera. Enrocada con su estúpida indiferencia, la empresa municipal rechazó todas las propuestas: jaulas trampa puestas en los huecos de los túneles o los andenes, unos minutos de parada de trenes para actuar con escopeta de dardos narcóticos. Nada de nada. Nosotros nos ocupamos, repetían. Y punto.

Pero mentían. Nadie se ocupaba de nada. La perra entró en los túneles un miércoles. Dos días después, al ser vista entre las estaciones de Sainz de Baranda e Ibiza –corría asustada bajo el andén, huyendo del tren que venía detrás-, seis asociaciones de defensa animal pidieron al Metro permiso para bajar a las vías y rescatarla. La empresa negó el permiso. El sábado a las 7 de la tarde en la estación de Sáinz de Baranda, un conductor dijo que había visto al animal tirado junto a la vía, en el túnel, a ciento cincuenta metros del andén. Rogaron los activistas que alguien bajara a la vía para ver si la perra seguía con vida, pero se les negó. Pidieron que se detuvieran los trenes durante unos minutos para proceder ellos mismos al rescate, y también se les negó. Mientras tanto, el andén se llenó de vigilantes, encargados de controlar a los miembros de las asociaciones protectoras. `Vaya follón –oí decir a uno en el vídeo de Internet- va a montar el puto perro.”

Hartas de aquello, dos mujeres, Irene Mollá, de la asociación Más Vida, y Matilde Cubillo, de Justicia Animal, decidieron echarle ovarios. Mediaban 18 minutos entre el paso de cada tren, así que saltaron a las vías desoyendo las órdenes del jefe de Seguridad del Metro, para internarse en el túnel con las pantallas de sus teléfonos móviles como linternas. Al poco regresaron trayendo a la galga en brazos, tapada con una chaqueta, todavía sangrando con una pata amputada. Atropellada. Muerta. En los cuatro días transcurridos, cuando aún estaba viva y sana, ningún vigilante había acudido a rescatarla, ningún empleado se arriesgó a una sanción por parar el tren. Los convoyes, que se inmovilizan cuando caen a las vías unas llaves o un teléfono para que el personal baje a buscarlos, los conductores que si hay huelga ignoran los servicios mínimos cuando conviene al sindicato correspondiente, no pudieron detenerse unos minutos para rescatar a la galga extraviada. Habrían sido sancionados, claro. Paralizar el tráfico suburbano por una perra, nada menos. Y eso, en un Madrid donde no falta día sin que una concentración ciclista, cabalgata, procesión, verbena, manifestación autorizada o ilegal, paralice impunemente la ciudad, corte el tráfico, bloquee autobuses o taxis y causa atascos monstruosos mientras la autoridad competente, vía sufridos policías municipales, se limita a encogerse de hombros cuando le preguntas cómo carajo llegar al trabajo o a tu casa.

Y, bueno. Me cuentan que las asociaciones de defensa animal se han querellado contra los responsables del Metro de Madrid por omisión de socorro, maltrato animal o como se califique ese puerco asunto. Así que desde aquí ofrezco mi firma. Espero que retuerzan el pescuezo a esos tipos. Y tipas. Ojalá, en memoria de aquella pobre perra asustada, les saquen a todos las entrañas.